El siglo XVI fue una verdadera edad de oro de las galeras en el Mediterráneo, donde se libraron batallas de la importancia de Lepanto. Turcos, venecianos, genoveses, franceses y españoles desplegaron considerables armadas de galeras, costosas de construir, dotar y mantener. El esfuerzo fue más que considerable y en 1574 la España de Felipe II dispuso de 146 galeras en aguas mediterráneas. Fue el apogeo numérico de tal fuerza naval, que en 1576 pasó a 102. En los años siguientes prosiguió tal declinar, aunque las galeras todavía dieron que hablar en el siglo XVII.
Los remos de las galeras fueron movidos corrientemente por condenados, a los que se les deparaba una estancia infernal en las mismas. Entre sus tripulaciones se generalizó fumar tabaco en pipa para aliviar el hedor en el que yacían los galeotes. Conmovido por graves problemas de delincuencia, el reino de Valencia proveyó de galeotes a Su Majestad. Su virrey empleó con severidad sus atribuciones de justicia para completar las galeras que se dirigían a Italia en 1568.
Los galeotes valencianos embarcaron en muchas ocasiones en Barcelona o Cartagena tras una larga marcha, llena de incidentes. En 1596 se llamó la atención en términos enérgicos al corregidor de Murcia por no haberlos custodiado debidamente hasta Cartagena. Los galeotes escapaban, se quejaban las autoridades valencianas, para retornar a sus lugares de origen a tomar venganza de los que habían depuesto contra ellos o para proseguir delinquiendo. Cristóbal Menor Sastre, de Játiva; Juan Viana, de la Alcudia de Carlet; y Miguel Jerónimo Tristán, un platero de Valencia, burlaron la vigilancia con éxito. Al huir, el reo Cristóbal Menor asesinó a Miguel Casanova de Agullent.
Los distintos virreyes de Valencia y sus representantes pusieron el grito en el cielo ante el Consejo de Aragón. Se apercibió a los corregidores de Murcia con severidad varias veces, incluso cuando se negó la recepción de tres galeotes valencianos en 1606 por considerarlos inhábiles. El control de hierros o cadenas no se llevó a cabo con efectividad, pues muchas veces se perdían y con ello la constancia de entrega del galeote en circunstancias ordenadas.
Los problemas que se denunciaron en los envíos a Cartagena también se dieron hacia Barcelona. Cataluña y Aragón estaban sobradas de galeotes en 1613, según sus autoridades, y los de procedencia valenciana lograron fugarse cerca de Tortosa, retornando a sus andadas. La pena de galeras no disuadió a muchos de convertirse en delincuentes, lo que contribuyó a sobrecargar el sistema militar español, que no pudo ser aliviado convenientemente por las justicias del rey. En las deficiencias del sistema encontraron los valencianos penados a galeras su particular don Quijote.
PROCEDENCIA: El reino de los valencianos
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