Tras la desaparición de la pena de galeras, aquellos reos que por sus delitos hubieran merecido la pena de galeras, se determinó fueran enviados a las minas de Almadén; si bien, la mayor parte, acabaron recalando en los arsenales para reforzar el plan ensenadista de reconstrucción de la armada naval, casi inexistente al terminar la Guerra de Sucesión.
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