lunes, 9 de julio de 2018

La alimentación de los forzados de galeras en la poesía de los galeotes


Las galeras, por ser naves de recorridos cortos, no tuvieron problemas para aprovisionarse de víveres y agua; si bien, el escaso espacio disponible hizo que este producto nunca fuera abundante.
En épocas de campaña, la cocina se montaba sobre la cubierta de la galera por medio de un fogón colocado en el intersticio de dos bancos de remeros, apoyado con un gran trébede de hierro sobre un montón de arena, que hacía de aislante con la madera. Artilugio que en campañas militares no se podía encenderse y obligaba a ingerir las comidas en frío.
La base de la alimentación de la chusma consistió en una ración diaria de 26 onzas del llamado bizcocho o galleta de mar, un pan medio fermentado amasado en forma de pequeña torta, que para evitar su fermentación se cocía dos veces, hasta convertirlo en una masa tan dura, que para poder consumirla había que mojarla “con la misma agua del mar”, suponiendo un auténtico martirio para aquellos que tenían una dentadura enferma o padecían de escorbuto.
La galleta o bizcocho de mar

El viscocho carcomido,
lleno de gusanos, seco.
Agua corrupta hedionda,
todo por onças y peso.
Las habas ençapatadas
con su espaldar y su peto,
en agua sin sal cozidas,
en un muy suzio caldero,
del comite el rebencazo
que lleva carne y pellejo.
Es de nuestra triste vida,
el miserable sustento.

También fueron objeto de “alabanzas” los manjares que se servían en galera, cuando el autor del Galeote de Sevilla, describía dicho menú en unos términos muy similares:

Mi comida ansias extrañas;
Poco pan, negro, podrido,
Do el gusano regordido
Y sucias chinches y arañas
Hacen habitanco y nido.
Pan de diez años de afan,
Cernido con mala harina;
¿Puede ser mayor mohina
Que entre la costra del pan
Hallemos la chinchelina?
Jesucristo me socorra
Con favores soberanos;
Cuando en la costra hay gusanos,
¿Qué no habrá en la mazamorra?”

Dependiendo de la época, los calderos de la escuadra española de galeras del Mediterráneo variaron en función de diferentes condicionantes. En 1705 por ejemplo, la comida caliente se redujo en las galeras sencillas a un caldero diario compuesto por “9 celemines de habas o tantos de garbanzos en su suplimiento de ellas, o 46 libras 12 onzas de arroz con una libra y 8 onzas de aceite”. Además, se les proporcionaba a los remeros en las tres pascuas y carnetolendas, una ración de 6 onzas de tocino y dos cuartillos de vino, género que también se suministraba tras la realización de un sobreesfuerzo con ocasión de temporales o de acciones bélicas. “Ración de trabajo” que se reglamentó en abril de 1722, cuando se consolidó la ración alimenticia con la introducción del vino o un sustitutivo de éste, así como con el aumento de la proporción de bizcocho y de habas; de tal forma, con lo que en ocasiones se llegó a suministrar la ración de cabo.
En los periodos de escasez, el agua debió sustituir al aceite, manteniendo las habas como alimento básico por ser más baratas que los garbanzos, siendo frecuente que el caldero proporcionara un caldo de habas mal cocidas y duras; y, aunque durante el siglo XVII hubo un intento de sustituirlas por arroz, hubo de volver a ellas por poseer una aportación vitamínica. Otro inconveniente al que se tuvo que hacer frente, estuvo en el deterioro de los alimentos por el paso del tiempo y la acción de la humedad y el calor, lo que les daba un aspecto tan repugnante, que debía ser vencido “a impulsos de la necesidad”

Suma de la vida infernal de galera

Bien hizo estrecha vida el padre Bruno,
tienen religiosos gran paciencia;
mas poco hazen semejante ayuno
que aqueste es mas que qualquier abstinencia.
Todos mueren de hambre uno a uno
y de continuo açote y penitencia.
Ved si puede llamarse aquesta vida,
que a dar la muerte a si proprio convida!
De Tantalo las penas y el castigo
padecen los que allí sobre el agua mueren,
secos de sed; y a fé que soy testigo
que muertos por bever, a palos hieren;
seys barriles llevar suelen consigo,
no bevan los ministros gota quieren,
van midiendo un barril y otro barril,
y si agua falta, les dan palos mil.
Que martirio, que pena y que tormento
puede venir igual a tal pobreza,
que no bever y estar siempre sediento,
ni poder ablandar tanta dureza;
abrasados del sol y seco viento
sin abaxar al agua la cabeza;
creed a mí que lo he provado en lleno,
que bevería vogando uno veneno

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